OLVIDATE DEL MATADERO

Por Rocío Vélez

Lo real discutiendo con lo ficticio. Lo real discutiendo con el arte. Lo real discutiendo con lo real.

Pablo Finamore representando a Misky

Una puesta en escena donde se cuenta El matadero (1871) desde otra voz. La voz de Misky, “el opa”, el tonto del pueblo, el hijo de la criada: un adulto aniñado que sabe leer, pero no puede comprender. Él es el pueblo, la musa inspiradora y el lector.

En Olvidate del matadero, Esteban Echeverría escribe su obra basándose en el relato oral de lo vivenciado por Misky durante aquel día de cuaresma donde barro y sangre se fundieron entre muertes y alegrías, una jornada maravillosa para el pueblo hambriento y la más alta expresión de la barbarie federal para el hombre letrado. La anécdota traída por Calíope es convertida en metáfora, en literatura. La realidad funciona como excusa para crear ficción política mediante la pluma.

Misky lee todo lo que encuentra sin poder evitarlo, “¡letras, letras!” exclama en su soliloquio y comienza a leer, desde un recorte del diario hasta una lista de compras en el almacén, cualquier papel con letras es fagocitado con o sin comprensión.

En el camino de este devorador de textos aparece el manuscrito del “patrón Esteban”. Una obra escrita a la sombra del rosismo, que aún no debía ser leída y menos por “el opa”, quien a partir de una continua relectura le da nuevos sentidos al texto mediante la relación y la comparación con la propia experiencia.

Como castigo por leer lo indebido, Misky es obligado a degollar una gallina y luego dormir en el gallinero; el victimario debe dormir con las posibles víctimas. Intentando degollar se “degüella” su propio dedo y luego “no puede parar la sangre”.

A pesar de todo, el protagonista siempre sigue leyendo y todas sus lecturas son acumuladas a modo de vendaje-texto infinito en aquel dedo que sangra y, a su vez, en su memoria, que también sangra: él no puede olvidar jamás lo que lee.

Misky tiene que olvidar El matadero, es la orden, y sólo recordar lo que ocurrió en la realidad, pero no puede. Vuelve al texto, vuelve a la lectura. Un leer, para Roland Barthes, irrespetuoso; un leer levantando la cabeza, a causa del torbellino de pensamientos, ideas y asociaciones que lo atosigan, y que harán nacer un nuevo texto-lectura.

En este caso, el “leedor” no puede dejarse llevar por la ficción porque no la entiende, pero aun así y por eso, la discute. Eso no fue lo que Misky vivió, no fue lo que él contó, no fue lo que pasó ¿O sí? ¿Cómo sabe “el patrón” lo que pasó si él no estuvo? ¿Cuál relato es el real?

 “Esteban miente” sentencia Misky “el memorioso”, y su voz, como la voz del crítico, es la que se le brinda al público para validar una nueva lectura, la lectura del pueblo. La frontera entre el texto y los comentarios del que lee se desdibuja y se mezcla la fuerza creativa de la interpretación con la fuerza inspiradora de la obra literaria, dándole lugar a un nuevo sentido alejado del sentido del autor.

Olvidate del matadero nos invita, como espectadores-críticos, a acercarnos a la historia nacional con otra mirada, siendo parte, haciendo lecturas que creen sentidos y eviten el olvido.


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FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA:

Autoría: Pablo Finamore, Claudio Martínez Bel

Actúa: Pablo Finamore

Vestuario y escenografía: Adriana Estol

Iluminación: Agnese Lozupone

Realización escenográfica: Richard Forcada

Diseño gráfico: Paco Fernández

Asistencia y producción ejecutiva: Adriana Yasky

Supervisión dramatúrgica: Mauricio Kartun

Dirección: Claudio Martínez Bel

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