MANIFIESTO

Una mirada desde la alcantarilla, versa Pizarnik, puede ser una visión del mundo. Desde un rincón subterráneo, una mirada que espía ese mundo al que no pertenece, pero sí. Una visión situada cerca del resabio cultural, agazapada entre el mirar calificado, sin pedir permiso pero sin arrogancia. En todo caso, apenas un esfuerzo atrevido por narrar nuestra experiencia, desde nuestro aquí y ahora.

Escribir es nuestro modo de ansiar la rosa. Escribir sobre lo vivido, desde la subjetividad interpelada por la literatura, el teatro, el cine que nos conmueve; es decir, reflexionar sobre el arte que nos convoca, inscriptos en la tradición estética que nos ubica ahí, en la alcantarilla. Un intento, quizá, por llegar a otros, aunque faltos de una pretensión académica o publicitaria.

Escribir desde la alcantarilla es hacerlo desde el cuerpo, mostrando las huellas que cada experiencia cultural nos deja. Es no ocultar el trazo indeleble que cada recorrido imprime en esas experiencias. Es un mirar incómodo, sin la perspectiva de un panorama que nos valide mejor. Se trata de una búsqueda por reconocernos desde un ángulo específico, rumiar lo que nos gusta y seguir mirando desde acá, hasta que se nos pulvericen los ojos.




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